PEOR ES NADA. PEOR ES NADA. PEOR ES NADA. PEOR ES NADA . PEOR ES NADA. PEOR ES NADA.

miércoles, 25 de abril de 2012

El hambre en los tiempos de crisis

EL HAMBRE EN LOS TIEMPOS DE CRISIS

  En el supermercado no he podido comprar manzanas. No había. Me he conformado con un par de tomates; en realidad con un solo tomate, porque el otro me lo he comido entre los estantes de productos de limpieza. No estaba mal, aunque tendría que haberle agregado una pizquita de sal cuando he pasado al lado de ella. Me he manchado la camisa, como siempre, pero casi no se nota. Comer un tomate como si fuera una manzana tiene sus peligros. He podido resistirme a la tentación de los bizcochos. ¡Ya es raro! pero es que el tomate me ha dejado un regusto tan suave en el paladar que no he querido estropearlo. Además un bizcocho es algo que hay que saborear con los ojos cerrados, y en estas fechas no es aconsejable pasear a ciegas por un centro comercial. Hay mucho incauto conduciendo carritos. Junto a las balanzas he visto a Indi con su campera marrón de los bolsillos grandes, ya repleto de chucherías. Estaba comiendo uvas. Indi es un sibarita que odia las pepitas: "Es que no me gusta escupirlas, por eso elijo estas uvas que vienen de Sudáfrica", me dijo el día que lo conocí. "Toma prueba una". No se la acepté, no por ganas, sino porque por aquel entonces yo todavía tenía algunos escrúpulos; sus uñas estaban negras. Al principio, cuando el hambre me permitía pensar con claridad, pasaba una toallita húmeda por la fruta antes de comérmela. Mi madre siempre me repetía cuando era niño que la fruta había que lavarla, que llegaba llena de pesticidas. Con el paso del tiempo, las toallitas dejaron paso a un leve frotamiento con los dedos: "Lo que no mata, engorda, chaval". El indigente fue quien me convenció para que dejara de ir al centro comercial a primera hora de la mañana o a última de la tarde: "Te da vergüenza, lo sé, pero cuando hay más gente tienes menos posibilidades de que el guarda te pille. Las aglomeraciones son nuestras aliadas". Y tenía razón, aunque yo siempre procuraba tomar algo para pagarlo como un señor. Cuando me he acercado a la caja para abonar el otro tomate, he visto a una cucaracha correteando por el pasillo. No me la he comido: he pensado que hay gente mucho más necesitada que yo.-

Relato escrito por José Antonio González Salgado

martes, 24 de abril de 2012

Estoy cansada y estoy agradecida

Estoy cansada y estoy agradecida. Estoy harta de la vida, de que me haga luchar tanto, de ver más bello que toco, de creer en mundos grandes. Porque me choco contigo y conmigo y con la vida, y veo torpeza plena a vuelta de cada esquina. Estoy harta de la vida, de la gente a media tinta, del sí pero luego no, del puede pero no debe, yo pretendo almas valientes, más que almas ya verdades, miediocridades las justas, más bien fustas, bien cogidas. Estoy harta de la hartura, de la altura mal medida, de la mentira en la frente, de la herida en la mentira. Estoy harta de la vida, de la poca valentía, del podría ser… un día, del nunca será, seguro, porque mientras andes cuerdo, no salimos del apuro. Del apuro de lo pobre, de la distancia entre rostros, de la tristeza en el fondo, de un Ser escondido a trozos, entre basurilla oscura, entre sueños ni soñados, entre las manos bien limpias, y la muerte en cada paso. Así no se vive, hombre, ni se sobrevive apenas, así lamentas tu aliento, alimentas a tus penas, no llegarás nunca a viejo, porque así viejo has nacido, nadie seguirá tus pasos, pues ni tú mismo te sigues. Dónde están los corazones generosos y cautivos, de verdades que son propias, que son de todos los vivos. Dónde están los grandes hombres, ¿acaso aún no han nacido? Dejemos paso al siguiente, ¿cómo voy a ser yo elegido? Ser coherente conmigo, tendría un precio excesivo, habría de decir no, a costa de perder trigo, y habría de decir sí, a costa de ganar frío, mejor sigo en mi cautela, aturdido pasajero, de una vida sin sentido. Estoy harta de la vida, vivo y soy en lo más alto, pero me cuesta vivir, ando sola en mi camino, uno que sería aún más bello, si hubiese algunos dispuestos, a sufrir en el intento de mirar al horizonte, respirando hasta su fondo: soy un hombre que está vivo